Tuesday, March 30, 2010

La ley del silencio

La primera vez que vi a Marlon Brando yo tenía ocho años y él era el papá de Kal-El, decidido a convencer a sus complanetarios de la inminente destrucción de su mundo. Nadie le hace caso, el planeta estalla y sólo sobrevive Kal-El, despachado a la tierra en una cuna parecida a los cristales de cuarzo. Kal-El es Superman y era el único con ese nombre en la guía telefónica hasta que a Nicolas Cage le dio por ponerle así a su hijo.

Ese fue mi encuentro con Marlon Brando, pero el héroe de la película no fue él. Ni Christopher Reeve. Fue mi papá. Resulta que me llevó al estreno, la cola era larga y mi papá, que me ha transmitido su odio por las filas, dio un suspiro y se dispuso al sacrificio supremo. En esas una persona lo saludó muy amablemente, algo hablaron y de pronto mi papá me tomó de la mano, seguimos a la señora, nos abrieron una puerta lateral del teatro y entramos de primeros, sin pagar boleta, a elegir el puesto que nos diera la gana. Nunca más me ha pasado nada parecido pero si algún día tuve claro que mi papá conocía gente muy importante y merecía ser mi héroe fue ese día.


Años despúes vería El Padrino, Un tranvía llamado deseo, ¡Viva Zapata!, El hombre del rostro impenetrable y esas parodias de sí mismo que hizo Brando en Negocios Familiares y Don Juan DeMarco. Sin embargo, la película que lo hizo fue On the Waterfront, en 1954. En español se llamó Nido de ratas o La Ley del silencio.


On the waterfront es una historia mil veces vista, su encanto no viene de su trama sino de sus actuaciones. Terry Malloy (Marlon Brando) es un boxeador que ahora trabaja de estibador en los muelles de controlados por un sindicato corrupto dominado por la mafia. Su hermano mayor es el abogado del jefe mafioso y el mismo que hace años le pidió a su hermano que perdiera a propósito una pelea para que la mafia ganara dinero con las apuestas. Brando obedece, arruina su vida y ahora es un muchacho sin futuro; un día participa involuntariamente en el asesinato de un amigo que va a testificar, abre los ojos ante la corrupción y ayudado por la muchacha de la que se enamora y del cura, se enfrenta al gran jefe mafioso, tanto en los estrados como a golpes en la escena culminante en los muelles. Y ya. ¿Cuántas veces no hemos visto esa misma historia?


La película fue filmada en Hoboken, New Jersey. Todas las ciudades tienen barrios como ese y la cinta tiene éxito mostrando su atmósfera, con iglesia de pretensiones góticas, un gran parque y calles amplias que parecen avenidas de suburbio. On the waterfront sólo puede ocurrir en un lugar así, pues detrás de los columpios y esas amplias calles hay un laberinto de azoteas, escaleras de incendios inútiles, antenas de televisión cada pocos metros y edificios achaparrados de ventanas feamente enrejadas, los cuales forman una telaraña asfixiante.


La presentación de la historia, aunque ahora sea intemporal, era muy actual en ese momento. Estados Unidos es un país levantado sobre su clase obrera y sus inmigrantes y la película trata de ambas cosas. Tiene cierta lógica que si un irlandés o un italiano llegaba al país sin nada, sin conocer a nadie, se quedara en la ciudad donde llegaba. Es la misma lógica de los desplazados por la violencia en todas partes, incluyendo mi pais. ¿Qué tenían para ofrecer? Fuerza. Los muelles eran un lugar natural para aplicarla y los sindicatos el medio lógico para defenderse de los abusos. Así que era lógico que la mafia y los políticos vieran el gran negocio que era controlar esos sindicatos.



La película se hace una pregunta que vale la pena siempre que uno no se ponga de extremista: el sindicalismo es necesario, claro, o estaríamos con jornadas de 16 horas diarias por diez centavos. Pero una cosa es el sindicalismo, otra los sindicatos. ¿En serio defienden a sus afiliados, o son otro instrumento para aplastarlos a cambio de migajas (trabajo en el muelle, en la película) para que sigan en el redil? En un diálogo aparece una pregunta que mucha gente se ha hecho: “Si podemos tomar una parte de todos los negocios que se hacen en los muelles ¿no significa que es nuestro derecho tomarla?” Se refiere, y lo sabe el que habla, a porciones ilegales.


Una primera reflexión tiene que ver con la cacería de comunistas de los Estados Unidos en los 1950. En medio de la histeria Hollywood fue un blanco notorio. Para los artistas siempre ha sido de buen tono parecer políticamente incorrectos y alejados del poder; para un intelectual merecer el título tiene que ser de izquierdas, aunque escriba sus artículos en la gran prensa, publique (o anhele hacerlo) sus libros en editoriales capitalistas y vomite su odio contra el sistema en televisión patrocinado por la banca. Hollywood no fue la excepción y algunos encontraron el gran chiste en afiliarse al Partido Comunista, de cuyas reuniones salían a sus casitas en Beverly Hills. Ese chiste saldría a perseguirlos como un fantasma en los 1950 de la guerra fría.




No hay nada más serio que un político decidido a demostrar que sirve, así que el senado citó unas sicodélicas audiencias durante las que bastaba que un acusado mencionara a alguien para que la segunda persona fuera llamada a demostrar su lealtad a los valores de Dios, la Patria y la Coca-Cola y citara otros nombres. Es difícil prevalecer en un juicio donde uno tiene que defenderse de un delito retroactivo que ni siquiera es delito. Aquellos que rechazaban dar nombres veían su vida destruida: nadie volvía a contratarlos para no enfurecer al senado, los colegios de sus hijos les notificaban que tenían que recortar cupos y su hijo tenía que quedar por fuera, sus amigos dejaban de pasar por su casa o responder sus llamadas del susto de ser etiquetados de “amigos de un comunista”.


Henry Kissinger defendió el golpe de estado en Chile diciendo que no veía por qué Estados Unidos debía dejar que un país se volviera comunista por la irresponsabilidad de su pueblo. Una observaciónsimilar cabe aquí: algunos académicos creen que sin esas audiencias Estados Unidos hubiera acabado comunista. Dejando de lado argumentos morales, la historia ha demostrado que no hay un solo régimen comunista que haya tenido éxito creando riqueza para sus masas, ni siquiera la actual China, que crea riqueza para el estado, lo cual es distinto. Digamos que la gente educada, la élite estudia historia (rara vez, pero hagamos de cuenta). ¿Pueden los senadores de un país democrático reprimir con extrema crueldad sicológica el rumbo que quieren tomar sus nacionales, de quienes son sirvientes y no jefes?


Elia Kazan, el director de On the Waterfront resolvió que ese programa de ver su vida destruida no le gustaba y participó en las audiencias de los comités del senado señalando amigos suyos, antiguos militantes del partido. El resultado fue que los intelectuales de Hollywood le hicieron el vacío (por supuesto, a los denunciados uno diría que alguna razón les cabía) pero Kazan pudo seguir haciendo tranquilamente cine.




Aunque la historia de On the Waterfront es “real” (inspirada en artículos ganadores del Pulitzer) era el alegato de Kazan contra la élite de izquierdas: él no quería una película de un tema candente, su obra es el alegato con que les grita a sus antiguos amigos, sin pedirles perdón, que no siempre está mal ser un soplón ni denunciar a tus amigos. ¿Exagerado comparar denunciar una mafia con denunciar las creencias de algunas personas? No falta quien diga que las élites intelectuales, los partidos políticos, los sindicatos o la comunidad de los medios de comunicación son mafias que asesinan más sutilmente que a balazos. Uno puede estar de acuerdo o no con Kazan, pero él tiene derecho a defender su punto y lo que hizo. Tan de buenas que le salió una de las películas más importantes de todos los tiempos.

2 comments:

  1. Me gustó la anécdota de tu papá, eso queremos ser y hacer cosas para que nuestros hijos nos vean como héroes (Creo que casi nunca se logra)Pero el tema es Marlon Brando, vi películas con él siendo sardina pero la que me encantó y produjo un efecto en mí fue: El Padrino, salí de la sala de cine con ganas de convertirme en una VITA CORLEONE, todavía me pregunto por qué tuvo tanta influencia? Su actuación fue tan convicente que marcó mi manera de pensar? juventud rebelde? Afortunadamente no hice caso a mi llamado corleone.

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  2. Mi abuela me llevó a ver Robocop y en la escena en que un man se encuentra consumiendo cocaína en los senos de dos prostitutas pegó el alarido en pleno cine, causando una gran carcajada a todos los presentes.

    Cómo me gusta Robocop y cómo extraño a mi abuelita.

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